lunes, 26 de enero de 2015

De vuelta a casa y al empleo

Permitidme hoy una nota más negativa.

Para los que me conocéis, mi comentario de hoy no os resultará nada nuevo, ya que me habréis escuchado hablar del tema una y otra vez, pero nunca había escrito sobre ello. El detonante para que acabe escribiendo un comentario acerca de la situación laboral en España fue el artículo publicado en El País el pasado jueves: "De vuelta a casa y al empleo".

No sé porqué me impactó tanto. Muchas personas lo leerán y recibirán el mensaje de optimismo y alegría que el artículo intenta transmitir: el panorama laboral español no está tan mal como lo pintan, hay españoles (jóvenes y maduros, con carrera universitaria o sin carrera) que están felizmente trabajando y que incluso lo prefieren a los trabajos que otros países europeos puedan ofrecerle. Y sí, me alegro por ellos, no me vayáis a malinterpretar. Incluso me siento identificada con el primer caso, pues al fin y al cabo, yo soy otro ejemplo de "vuelvo a España y prefiero la calidad de vida a una mejor oportunidad laboral". 

Lo que a mí me apena es el conformismo de nuestra sociedad hacia los derechos sociales y laborales. No consigo acostumbrarme, desde que volví de Bélgica intento dejar de comparar, olvidarme de lo que vi y viví, pero me es imposible. En el artículo de El País un hombre muy feliz menciona que prefiere "calidad de vida a un gran sueldo". ¿A qué nos referimos los españoles cuando hablamos de calidad de vida? Nos hemos acostumbrado a lo peor: a no conseguir trabajo, a no tener sueldos dignos, a que la ayuda por desempleo se esfume antes de que te des cuenta;  así que cuando te ofrecen un contrato, aunque sea temporal, aunque no te dé para ahorrar o para hacer planes de futuro, hay que estar feliz y ser agradecido. No estaréis de acuerdo conmigo en que una de las frases más repetidas en España los últimos años es: "Al menos tienes trabajo". Las condiciones no importan, al menos tienes trabajo.

Debo aclarar que no hablo solo de cuestiones económicas. Para nada, de hecho, el sueldo es lo de menos. Hablo de contratos de 40 horas semanales y trabajadores que trabajan 50 si hace falta y sin rechistar. Hablo de conciliación familiar, hablo de un mínimo de certeza de si te renovarán o no. Hablo de tener acceso a una vivienda, de alquiler o comprada, a los 30 años. 

Y bueno, la crisis es la crisis, y nosotros hemos tenido los gobiernos que hemos tenido, y una economía sustentada en un negocio inmobiliario que se vino a pique. En definitiva, una idiosincrasia característica que nos define como sociedad y que nos ha llevado a una situación laboral pésima. Pero no deja de sorprenderme como nuestra sociedad lo asume, se conforma y es feliz porque puede sustentarse y seguir viviendo en el país "con mejor calidad de vida de Europa" (que también he escuchado esto por ahí).

Ahora dicen que la situación está mejorando. Puede ser. Pero yo sigo siendo testigo de jornadas laborales de 8 de la mañana a 8 de la tarde (totalmente aceptada por los trabajadores como una situación normal), estoy siendo testigo de traslado de jóvenes trabajadores a otras regiones o países, con aviso de una semana de antelación, porque es donde hay trabajo y, total, no tienen familia ni responsabilidad (por supuesto que no la tienen, si no tienen tiempo ni recursos para planteársela), estoy siendo testigo de amigos y amigas felices porque tras años de paro consiguen un trabajo (sí, es verdad, hay más trabajo ahora) pero que llegan justos a fin de mes. Soy testigo de becarios terminando sus estudios de investigación haciendo uso del dinero de desempleo (práctica, una vez más, totalmente asumida en la sociedad). Pero sí, las cosas van mejor y en este país se vive de lujo.

Termino, pidiéndoos de nuevo que no me malinterpretéis, sé que hay que ser optimista, dejar de quejarse y vivir feliz con lo que se tiene. También entiendo que un padre de familia que ha pasado apuros para alimentar a sus hijos acepte un trabajo, sin mirar condiciones. Es lo más lógico, pero también sería lógico que la sociedad española se escandalizase más, se llevase las manos a la cabeza por cada injusticia cometida. No que nos sonriamos porque por fin podemos volver a casa, ganando un poquito menos y trabajando un poquito más, pero que felices somos...



domingo, 4 de enero de 2015

2015

Para el 2015 tengo muchos propósitos que cumplir, tantos que asustan, pero el mayor y más importante de todos ellos será el siguiente:

En el día a día, entre propósito y propósito, no olvidarme de disfrutar de la música, pasar más tiempo al aire libre, saber ver los pequeños detalles de las cosas y mantener la curiosidad hacia lo que me rodea. En definitiva, no dejar que el estrés que se avecina me nuble la percepción de lo que a diario me rodea. Porque al final del año podré tener un título académico más o menos, pero volverá a ocurrirme lo que me ha ocurrido al final del 2014: al hacer balance recordaré una suma de sensaciones. "¿Cómo me he sentido este año?" Y la costumbre de ponerse propósitos viene de las ganas de sentir la gran felicidad que nos trae un objetivo cumplido. Pero también existen pequeños placeres que suman mucha felicidad y por eso yo, en el 2015, quiero recordar que existe la música, el baile, el paisaje y que están al alcance de mi mano, para darme en un minuto las energías necesarias para continuar la persecución de mis objetivos. 

Pues eso, que el 2015 se presenta cargadito de retos y sus primeros cuatro días me los he tomado de descanso para tomar carrerilla, respirar hondo y a partir de mañana, alzar el vuelo.

¡2015, allá vamos!