martes, 16 de abril de 2013

Porque todo puede cambiar en un día: El dios de las pequeñas cosas

Acabo de terminar una novela que debería haberme leído hace mucho tiempo, cuando me la recomendaron por primera vez. Ya que, durante todo este tiempo, mis expectativas han ido creciendo hasta encontrarme leyendo el libro y esperando más, mucho más. La sensación que me deja es agridulce (puede que el triste argumento tenga algo que ver), pero he de ser objetiva y decir que en términos generales, entiendo el porqué de las críticas positivas hacia El dios de las pequeñas cosas, de la escritora india Arundhati Roy.

Para empezar con lo positivo, durante dos semanas me he encontrado de paseo por el sur de la India. Es tan rica la descripción que Arundhati nos hace de sus paisajes, de la grandeza natural de la India, de sus gentes, sus colores y olores, tan vívida, que puedes recrear la sensación sofocante de calor, o el color de las especias. Incluso he llegado a oler los aceites en las pieles de las personas. He visto el río bajar, marrón, cargadito de sedimentos y he oído el zumbido de insectos a la hora de la siesta. Me ha enseñado lo bueno y lo malo, la cara y la cruz.  El lenguaje usado por la autora es distinto, original, nos pasea por los distintos escenarios de mano de dos hermanos gemelos de 8 años, y tal vez sea el lenguaje infantil utilizado el que me ha conseguido transmitir tantas sensaciones de forma tan clara y primaria. Un gran acierto.

Si seguimos comentando aspectos positivos, haría mención ahora a la temática social. Las diferencias sociales son expuestas sin tapujo alguno, el sistema de castas explicado al detalle y toda la historia del libro gira en torno a ésta: a la difícil convención social que establece a quién debe quererse, y cómo, y cuánto. Una crítica social muy intensa, que seguro también generó muchos detractores del libro.

Pero, ¿qué es lo que no me ha gustado? En general, en algunos momentos he llegado a cansarme de la retórica del lenguaje, que, como ya he comentado, me resultó muy efectivo a la hora de recrear los escenarios y personalidades, pero que ha llegado a resultarme repetitivo, o incluso empalagoso, como las conservas de "Encurtidos y Conservas Paraíso" que la familia de Ayemenem fabricaban. 

Y por último, el final del libro. Me dejó a medias, sentí que aún quedaban cosas por contar, y más después del nivel de detalle usado para algunas otras descripciones y hechos. En definitiva,  me ha faltado final. Y el final me vino de sopetón. Un drama al que no se le ha dado la suficiente importancia. He disfrutado mucho más el camino o el proceso, que el final.

En realidad, apartando mis pequeños comentarios negativos (y muy subjetivos), el libro merece la pena. Es un libro de lectura lenta, un libro que se abre y ya solo queda sentarse, mirar por la ventanilla y disfrutar del viaje a través de la India.

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