Ésta es una de las tantas frases que podría
haber extraído del último libro que he leído y que me ha entusiasmado. No es la
más impactante ni inspiradora, pero forma parte del fragmento del libro más
relacionado con mi trabajo: el que versa sobre cambio climático y la conservación
de la biodiversidad. Pero vayamos por partes...
"El ladrón de cerebros" es un libro de divulgación científica
escrito por Pere Estupinyà (creo que a partir de ahora se convertirá en uno de
mis ídolos). Es un libro de ciencia para científicos y no científicos. Lo definiría
como un suculento libro de divulgación, que aúna investigación, cultura y
curiosidad. Un libro que traduce aburridas ANOVAS, meta-análisis o diseños
experimentales a simples y justificados cómos, porqués y para qué. El autor
extrae valiosísimas reflexiones de personas que se pasan el día entre probetas,
modelos informáticos o recolectando muestras y las lleva directamente a tu día
a día, para explicar mejor tus relaciones sociales y de pareja, porqué tienes
resaca los sábados por la mañana o qué ocurre en tu cabeza cuando tomas
decisiones. Todo en un tono tan cercano, que para cuando te acerques al final
del libro, sentirás que el autor es un viejo amigo con el que te has paseado
por los mejores institutos de investigación de Estados Unidos.
La ciencia es progreso para todos y deja
de tener parte de su sentido si no puede ser disfrutada por todos los sectores de
la sociedad. La investigación bien explicada puede gustar a cualquiera: estoy
segura de que cada persona, ya sea secretaria, carnicero o economista, por
poner ejemplos, encontrará en al menos un capítulo del libro un tema que
realmente pique su curiosidad y por el que no le importaría comenzar a hacer
ciencia. Especialmente si tenemos en cuenta que las temáticas abordadas van
desde la investigación en neurociencia y biología hasta genética o incluso sociología.
Un libro que ha levantado mi ánimo en
cada tarde que llegaba de la oficina preguntándome si realmente pasar ocho
horas haciendo gráficos servía para algo. En esos momentos, volvía a casa y ahí
estaba Pere Estupinyà para ayudarme a visualizar la imagen global, para
recordarme la relación entre la ciencia básica y la aplicada y para picar mi
curiosidad. Su forma de investigación periodística me ha recordado que no hay
que tener miedo a aprender y preguntar, al contrario, las preguntas sin
respuesta abren las puertas a interesantes reflexiones.
Por cierto, Pere, del pronóstico final
del libro de qué habrá ocurrido y qué no antes del 2030, ya has acertado una:
el bosón de Higgs ha sido confirmado experimentalmente y estamos muy cerca de
alcanzar otras muchas hazañas. Y aun nos quedan 28 años. Tienes razón, el ritmo
al que avanza la ciencia es imposible de abarcar y la manera en que nuestro
desconocimiento crece cuanto mas avanza la ciencia es desconcertante.
Termino como he empezado: se me ocurren
mil y un fragmentos del libro que compartir con vosotros, pero los más
interesantes los dejo en su sitio, para que los descubráis por vosotros mismos.
Por mi parte, cierro con la frase que da título a la entrada: “Es mucho mejor
vender un árbol 1.000 veces que solo una”. Pues eso, que deja más ingresos por hectárea
el turismo naturalista de una reserva ecológica de Costa Rica que la deforestación
para plantar café (comprobado científicamente).