miércoles, 30 de mayo de 2012

De la resignación a la indignación

Me he resistido a escribir sobre el tema. Aún cuando al inicio del movimiento 15-M me sentí completamente identificada con las ideas que lo promovieron, algo me frenaba a comentar en este blog mis pensamientos acerca de los indignados y la indignación española en general.

Ahora me doy cuenta de por qué he tardado más de un año en crear esta entrada: la resignación que sentía era mas fuerte que la indignación. Esa resignación es una de las causas generalizadas del estallido del movimiento 15-M, pero también puede ser una consecuencia para los más escépticos: el 15-M comenzó como algo nuevo, puro y sin banderas políticas, pero pronto empezaron a detectarse opiniones radicales dentro del grupo que separaron a los que lo apoyaban precisamente por eso, por no ser político. Entonces la resignación hacia el sistema politico, electoral y financiero del país, dio paso a una resignacion hacia la sociedad por no ser capaces de separarnos completamente de cualquier influencia y no permitir que las reflexiones individuales e independientes de los miembros del grupo dieran paso a ideas novedosas.

Debo reconocerlo: me refugié en mi nueva vida en un país extranjero, intentando solidarizarme con mis compatriotas y la situacion que viven desde la distancia, pero no confié lo suficiente en las personas apoyando el movimiento. Será que nunca me han gustado las masas...

Acabo de volver de una visita corta a España en la que he podido apreciar una desesperación que hace cinco meses no detecté. También leo el periódico a diario (tal vez, más frecuentemente de lo que debería). Y lo que siento ahora, ahora sí, es indignación pura y dura. Eso, unido al descubrimiento del blog de Alberto Sicilia, Principia Marsupia, que no podría expresar de forma más elocuente los puntos que yo he tratado de manera tangencial y con los que estoy totalmente de acuerdo (el problema de la crisis en España, la preocupacion acerca de la generación perdida y especialmente, hacia la perdida de potencial investigador español), hace que hoy quiera declarar que he despertado de mi resignación para sentirme indignada y asustada.

Veo dos discursos cada vez más diferenciados: el de las cifras multimillonarias que los bancos y políticos manejan, y el de los sueldos mileuristas de todas las personas más cercanas a mí y formadas que conozco. Sé que no entiendo de política ni economía, por lo que no puedo analizar la situacion en términos económicos, pero me estoy cansando del argumento aquel de "es que no entiendes de economia, la situacion es muy compleja". Sí, es tan compleja que me da la sensación de que ni los propios políticos la entienden. 

Hoy quiero decir que cada vez me siento más cerca de los indignados. Me indigna la falta de ética en los discursos políticos y económicos. Me indigna la brecha cada vez más grande abierta entre las necesidades de la sociedad y las decisiones tomadas por las minorías en el poder. Pero, sin duda alguna, lo que más me indigna, y a la vez me asusta, es que esa falta de moral sea aceptada de forma general en la sociedad española. Tal vez sea causada por la resignación de la que yo acabo de despertar: resignación al sentir que las personas de a pie no tienen opción a cambiar nada de lo que ocurre en su país, ni siquiera ejerciendo el derecho a voto. Ahora me gustaría llamar a todas las personas resignadas como yo, a que confíen en el poder de las mentes pensantes de España, de todas aquellas personas trabajadoras y formadas que luchan por mantenerse al margen de los chanchullos, mentiras y ley del mínimo esfuerzo. Porque existen sí, quizás no es fácil encontrarlos dirigiendo un banco o de diputado (¿¿¿por qué???), pero muchos aún permanecen en España, aportando su granito de arena a la sociedad española. Hoy confío más que nunca en ellos.





lunes, 14 de mayo de 2012

Cuatro minutos

Hoy no hablaré de investigación. Sólo quiero compartir con vosotros la escena de la película Up que se me ha venido hoy a la cabeza. Tal vez porque cuando la vi por primera vez en el cine me pilló completamente por sorpresa y me conmovió, de modo que quedó archivada en mi memoria como una de mis escenas favoritas. 

Bastan cuatro minutos y sobran palabras para contar una historia de amor de verdad. No todo es color de rosa (ni siquiera en una película de niños), y aun así se puede ser muy feliz.