miércoles, 30 de marzo de 2011

Bélgica

Tengo recuerdos de aceras anchas, pocos coches y muchas bicicletas. Recuerdos de chicas guapas con pañuelos en el cuello bailando a contracorriente por el aire que corta la bicicleta. Recuerdos de chicos altos y tímidos, que a partir de las 9 de la noche eran de lo más sociables y simpáticos. Recuerdos de cervezas sabrosas y de bares con personalidad y de aire limpio y viajes en tren. No me puedo olvidar de los canales, presentes durante todo el dia, cuando iba a clase, cuando iba al supermercado, cuando salía, cuando me tomaba una cerveza al sol. También me acuerdo de los conciertos gratuitos, especialmente de los de jazz, ya que puedo decir que allí descubrí que ese estilo musical me gustaba más de lo que pensaba. Recuerdo las meriendas de chocolate, las caidas de la bicicleta sobre una gruesa capa de nieve. Desde hace más de 5 años, llevo un trocito de Gante y, por extensión a Bélgica, en mi mente, pero, dada la debilidad de mi memoria, más que detalles exactos recuerdo sentimientos, sensaciones que se quedan grabadas y que se llevan para siempre, aunque se olvide el nombre de tal comercio o de aquel bar. En mis retinas quedaron grabados ese color grisáceo de la ciudad, que se vestía de amarillo cuando llegaba la noche. En mis oídos siguen sonando de ver en cuando los tranvías al pasar y se entremezclan con música jazz y rock. Mi olfato aun rememora el olor del aceite usado para freir las friets, tan desagradable a primeras horas de la mañana, pero tan apetecible de madrugada...Y mi paladar guarda el sabor de los gofres de Bruselas, de las mil y una salsas probadas con las friet cada noche de fiesta y las cervezas belgas, culpables de que dejara de beber tinto con limón.

Ahora Amberes me da la oportunidad de volver a ponerle nombre a las sensaciones. Las patatas fritas las probaré en distintos locales, conocerá bares parecidos a los de Gante y volveré a coger el tren los fines de semana, dejándome empapar de esa cultura tan amigable, que tan buenos recuerdos me dejaron y a la que espero exprimir aun más, ahora que llego por segunda vez, 5 años más vieja, con (unas poquitas) de menos ganas de fiesta y más de moverme y de absorber detalles, experiencias y cultura.

Os iré dejando descubrimientos y anécdotas y sobre todo, para qué nos vamos a engañar, sensaciones, que por mucho que me esfuerce, yo escribo por impulsos de los sentidos, no de lo aprendido.
Hasta pronto, desde Amberes

lunes, 14 de marzo de 2011

Dependencia

Primero ha sido la subida del precio del petróleo debido a la crisis libia y el subsecuente nerviosismo que despertó en todos los países de Europa y más allá. Después han sido las explosiones en la central nuclear de Fukushima, consecuencia del devastador terremoto y tsunami que ha devastado Japón y que han despertado el debate nuclear en países como Suecia y Alemania.

Ambas son tragedias que están ocurriendo en países lejanos a los nuestros. Nosotros no hemos sentido los temblores del terremoto de Japón ni estamos luchando con los rebeldes para intentar echar a Gadafi del poder. Continuamos con nuestras propias rutinas, sin embargo, un fantasma ha empezado a rondar nuestras economías: la crisis energética. El gobierno se pone nervioso ante la subida del precio del barril del petróleo que inevitablemente afecta de forma directa ala economía. Y comienzan a poner medidas y a convencer a la gente de lo importante que es circular a 110 en lugar de a 120.

Y no es que no sea verdad que así se ahorra energía, pero lo que yo me pregunto es si alguien está sintiendo lo que yo al escuchar las noticias: vulnerabilidad. ¿Cómo podemos sentirnos seguros en un sistema tan global que hechos como una revolución civil en Libia o una catástrofe natural ponen nerviosos a gobiernos que ven peligrar su mercado energético?¿No resulta evidente que este modelo de desarrollo basado en el consumo energético tiene muchos puntos débiles?¿No somos demasiado dependientes?En el caso de España, más concretamente, se pone de manifiesto la enorme dependencia que tenemos del exterior en materia de energía. Pero yendo más allá, generalizando, todos somos dependientes del gas, del petróleo, de las centrales nucleares...Sé que esto forma parte del típico discurso ecologista, pero no se trata de eso, se trata de mi percepción personal ante la actualidad informativa. Llevo semanas escuchando noticias acerca del ahorro energético que ahora se ha convertido en urgente y necesario, escuchando hablar de reformas que se llevarán a cabo para reducir el consumo energético en ciudades y edificios. Estoy segura de que dentro de un par de meses aparecerá otra noticia que capte más la atención del público y ya no escucharemos hablar tan frecuentemenet de bombillas de bajo consumo o de mejora del transporte público. Sin ir más lejos, las medidas tomadas por el gobierno son temporales, como si dentro de unos meses la necesidad de ahorrar energía hubiese terminado. Si el precio del petróleo vuelve a estabilizarse, ya podemos volver a gastar, ¿así funciona?La realidad es que una reforma más radical es necesaria, un verdadero cambio de hábitos y paradigma, que busque la sostenibilidad y el autoabastecimiento. Porque este es sólo el principio de la crisis energética a la que se llegará si seguimos consumiendo a este ritmo frenético.

Yo pienso en las personas que están muriendo en Libia y que intentan resistir en su lucha contra el régimen de Gadafi. También pienso en las personas muertas en Japón y las evacuadas por riesgo nuclear. Que la crisis energética no desvíe la atención de los verdaderos problemas y que los intereses económicos dejen de empañar las toma de decisiones en situaciones como la de Libia.

lunes, 7 de marzo de 2011

Magia que va y viene

Tras un enero y febrero de completa sequía bloguera, he ido retrasando el momento de escribir de nuevo y, lo que es más importante, de decidir qué y cómo escribir. Cuánto más descuidaba el blog, más me parecía que me sería imposible continuarlo sin, al menos, una previa reforma. Pero hoy he decidido que no, que mi blog debe seguir siendo como hasta ahora: un descontrol absoluto, con entradas variadas y sin ninguna temática específica. Porque así lo pensé al comienzo hace ya más de dos años para dejar constancia de cualquier tema que me resultase inspirador sin restricciones de ningún tipo y, de la misma forma, “La magia de los árboles” debe reflejar aquellos momentos en los que por diversos aspectos la magia se va...Porque la vida es así, a veces hay mucho que compartir, a veces no tanto, o hay causas externas que te lo impiden...y eso es lo que transmite este caótico cajón de sastre del que no debéis esperar nada más que unas cuantas reflexiones sin orden ni concierto que sirven como terapia para esta loca cabecita que necesita poner los pensamientos en palabras escritas con el fin de ir desgranándolos poco a poco y relajarse.

Hoy he sentido la necesidad de escribir de nuevo, ¿de qué?, pues de todo un poco y nada en concreto. De repente se me han despertado los sentidos, porque os quería hablar de…

Una película que me ha encantado, que me ha asustado, emocionado (¡vaya final!) y me ha hecho confiar en que de vez en cuando seguirán saliendo buenas películas que no tengan porqué estar basadas en hechos reales, tan de moda hoy en día, y usen la originalidad e incluso el absurdo para ponerte la piel de gallina…o quizás mejor decir de cisne.

Igualmente, quería hablar de música, compartir con vosotros lo que consigue relajarme el nuevo álbum de Adele, 21, lo contenta que me pone escuchar a alguien cantar con una inmensa voz que a la vez está provista de sentimiento. Porque desde luego Adele no será la única en el planeta con tal torrente de voz, pero no todos son capaces de usarla así, con sentimiento, personalidad, carácter. En fin, que la recomiendo y que disfruto poniendo sus canciones una y otra vez en You Tube y observando como Adele está consiguiendo gustar a gente de todo tipo, porque reúne calidad y fama al mismo tiempo, rompiendo los estereotipos de artistas femeninas que triunfan tan arraigados en la cultura musical. Creo que su CD sí lo voy a comprar original. Lo merece.

También he sentido la necesidad estos días de escribir acerca de un país no muy conocido: Polonia. Un país que no es del este de Europa, pero tampoco del oeste, una tierra que por estar situada en el medio ha sufrido los abusos de unos y otros, que ha luchado por mantener su unidad y que ahora que comienza a levantar cabeza se presenta ante sus visitantes como un país abierto, habitado por personas increíblemente hospitalarias (creo que es este detalle el que más me ha sorprendido, lo amables que son los polacos con los extranjeros). Polonia debe su historia a su situación geográfica, ha ido absorbiendo a lo largo de los siglos costumbres, arquitectura y arte del este y del oeste al mismo tiempo, convirtiéndolo en un destino interesante y diferente.

Y, por último, en Polonia se encuentra una de las visitas más espeluznantes que puedan existir: el museo del campo de concentración de Auschwitz. Después de visitarlo, quedé perpleja tras haber atisbado tan sólo una mínima parte de lo que allí se les hizo a judíos y demás prisioneros. Visita que me dejó traumatizada, indignada y horrorizada a la vez, tras la cual estuve varios días dándole vueltas a una entrada de blog, pero que finalmente me pareció que es algo que no se puede poner en palabras, mejor dejar una simple recomendación “Id a visitarlo”, pero con una advertencia: se han hecho muchísimas películas sobre el holocausto y los campos de concentración y exterminio, pero en este caso, la tan sabida frase se cumple mejor que nunca, “la realidad supera con creces a la ficción”.


Tras este popurrí sin ton ni son, sin estructura ni aspiraciones, cuya única intención es relanzar mis ganas de escribir aquí, lo dejo por hoy, pero esperando no tardar otros tres meses en volver a la carga. Menos mal que siempre hay alguien presionándome para que escriba…



Ahora que lo pienso, menos mal que no he leído ningún libro que me haya impactado notablemente, porque es lo único que me ha faltado para marear del todo al personal.