domingo, 4 de diciembre de 2011

Una historia que me quedaba por contar

Hace un año envié una solicitud para un proyecto de doctorado que me apasionaba. Y hace un mes me concedieron la beca que me permitiría empezar dicho doctorado. Y la rechacé.

Dicho así, sin contar nada de lo ocurrido durante los once meses de espera, parece una locura y un contrasentido, pero aquí va la explicación...

Tras enviar la solicitud, me armé de paciencia y con toda la ilusión del mundo esperé un mes a realizar la entrevista, me seleccionaron y esperé otro mes y medio a que se abriera el plazo de solicitud de la afamada beca FPU, la cual pedí. Después, me dispuse a esperar pacientemente, mientras vivía en casa de mis padres, a que el ministerio hiciera pública la resolución de aquellos afortunadísimos mejores estudiantes de España a los que se les concedería la beca. Mientras tanto, me convocaron a otra entrevista por una solicitud de entre la ráfaga de aplicaciones que envié durante mi búsqueda de trabajo. Para entonces ni mi paciencia ni mi ilusión habían menguado aún, pero el aburrimiento crecía y decidí hacer la entrevista, aunque fuese para un doctorado en Bélgica. Tenía que buscar ocupación para el tiempo que durase la espera (lo cual supongo lógico, ya que se supone que los candidatos a la FPU somos gente inquieta y con intereses...) y un doctorado es un trabajo como otro cualquiera al que se puede renunciar si finalmente te conceden el trabajo de tus sueños. Desafortunadamente, o afortunadamente, aún no lo tengo muy claro, no me cogieron para el proyecto incial, pero me ofrecieron iniciar otro doctorado en Amberes, Bélgica. Granada seguía siendo mi sueño, trabajar en Sierra Nevada aún más, pero tras ya tres meses de espera, no veía el final y decidí no desaprovechar esa oportunidad, aunque fuera temporalmente.

Así fue como, en el tiempo de espera durante el cual, no lo olvidemos, debía sentirme muy afortunada por haber sido, primero seleccionada y después candidata a una de la mejores becas españolas predoctorales, me dio tiempo a cambiar de país, buscar piso, firmar un buen contrato, empezar a trabajar, ir a conferencias y workshops, y hasta a tener vacaciones.

Entonces, el mes pasado, me concedieron la beca FPU. Tenía que ponerme contenta, me tocada no dejar pasar la oportunidad de hacer un doctorado en el campo que más me gusta y en una ciudad cerca de mi tierra, con una beca española por tres años. Pero un año es mucho tiempo. E hice lo que no debía hacer. Porque, según los estándares del Ministerio de Educación español, lo que debía haber hecho es esperar dócilmente, en casa de mis padres, sin ganar dinero ni trabajar, a que ellos decidieran si me daban la beca y cuando me la concedieran, ponerme muy feliz y correr a rellenar los papeles y retomar con ilusión la vida profesional que dejé de lado hace once meses por esperar incondicionalmente.

Cuando tuve que tomar la decisión me sentí traicionera, sentí que renunciaba a mis principios, intenté buscar la ilusión con la que verdaderamente hice aquella entrevista hace un año para investigar en el tema de mis sueños. Por desgracia para mí, y estoy segura que para muchísimos candidatos más, el hecho de estar sin trabajar un año no entra dentro de mis planes. Claro que podía haber renunciado al proyecto que ya estaba empezado en Bélgica por aceptar lo de España, pero lo siento, ya no podía evitar ser muy feliz aquí.

Y ésta es mi historia personal del inicio de mi carrera investigadora. Ésta es la historia de cómo dejé de lado mi idealismo y me dejé llevar a dónde me ofrecieron un contrato de investigación desde el mismo momento en que me seleccionaron. Ésta es la historia, en definitiva, de cómo los mecanismos administrativos españoles nos fuerzan a buscar más allá de nuestras fronteras. En España se me ha podido considerar impaciente, porque no supe esperar a la resolución de una beca que casi seguro me concedían, pero aquí en Bélgica se me considera una persona con inquietudes y responsable por haber querido seguir formándome. Tal vez esa diferencia de conceptos hable por sí sola. Estoy segura de que esta historia que os presento no es nada original, con más o menos variantes, se habrá repetido varias veces.

Por último, a pesar del tono de resentimiento que se trasluce en esta entrada, creo que lo que me ha empujado a querer escribir sobre ésto no es la necesidad de denuncia o una tremenda indignación, es más bien la tristeza que siento, la pena por no haber acabado investigando en mi país, por no encontrarme volcando mis energías y ganas en mi tierra. Creo que es la sensación de que yo no estoy en el extranjero porque quiera, si no porque es donde me quieren a mí.

jueves, 3 de noviembre de 2011

Mi filosofía

Ayer iba en el avión de vuelta de unos íncreíbles días de descanso en Córdoba y me puse esta canción. No pude evitar recordar el vídeo que habré visto unas 20 veces en el último mes. Ya sabéis que este grupo me encanta. Me gusta su filosofía, su frescura y naturalidad. Este tema, aunque me gustaba desde el principio, no me había llamado especialmente la atención hasta que vi el vídeo oficial, otro ejemplo más del buen hacer del Puchero.

Escuchando la canción en el avión y sonriendo para mí misma por los buenos ratos pasados en Córdoba, no pude evitar sentirme identificada con este vídeo. Pensé que, reflejando tan bien la filosofía que intento seguir en cada "aventura" que emprendo, debía subirlo al blog. Y también pensé que tenía ganas de dedicároslo a todos, sea cuál sea el viaje que estéis iniciando, ya sea un nuevo trabajo, una nueva relación, una nueva etapa o una nueva decisión, la filosofía de este vídeo me parece aplicable a cualquier experiencia: la vida merece más la pena si se lucha por lo que se quiere. Nada es imposible si se intenta y nunca es tarde para intentarlo.

Así que mucha suerte en vuestro viaje, sea cual sea.



lunes, 24 de octubre de 2011

La importancia del carbono, sin perder la perspectiva

Hace no tanto era mucho mejor no aceptar que el hombre, con su desarrollo económico exponencial e incontrolado, estaba perjudicando al medio ambiente; era mejor no despertar conciencias que presionaran para llegar  a un cambio de paradigma que mejorara nuestro medio ambiente en detrimento del crecimiento económico. Pero no se podía hacer oídos sordos a lo que ocurría ante cada vez más pruebas científicas.

Ahora que, en términos generales,  se puede decir que ya se ha aceptado que existe el cambio global. Ahora que a la población en general le suena aquéllo de la importancia que tiene el ciclo del carbono. Ahora que hablar de reducción de emisiones de carbono es equivalente a solucionar el cambio climático, y que los políticos lo usan dentro de sus discursos para asegurarse su "imagen verde". Ahora que, en definitiva, el carbono está de moda y hasta tiene su propio precio en su propio mercado, es hora de hacer una lectura un poco más profunda y ser cautos con todo esto...

Las herramientas para estimar el carbono que "entra y sale" de los ecosistemas, esto es, que se intercambia entre la atmósfera y las plantas y suelo, no paran de proliferar. Existen multitud de modelos globales que dan cifras redondas e impactantemente altas sobre las cantidades que emitimos o secuestramos dependiendo del uso que hacemos de nuestros recursos (si cortamos árboles, más CO2 a la atmósfera, si reforestamos, más carbono se secuestra...). Estos avances son muy importantes y el hecho de que por fin se invierta en investigación sobre el cambio climático nos alegra a todos los interesados e interesadas. Pero es un arma de doble filo. Una vez que los modelos y estimaciones arrojan sus números, se empieza a poner dinero para implementar aquellas medidas que ayudarán a mantener más carbono en los ecosistemas según los estudios realizados. Pero para conseguir eso, las medidas deben hacerse a nivel local, refiriéndome con local a una escala que permita llevar a cabo un cambio de gestión de territorio (ya sea a nivel de propietario, de espacio protegido...). Sin embargo, las cifras muchas veces vienen de modelos generales, de modelos aún en desarrollo. Cuando se intentan interpretar sus resultados a una escala menor, hay algo que no cuadra. Y es que hay muchísimos factores que no se tienen en cuenta todavía en los modelos del carbono, por ejemplo, el transporte lateral del mismo: el carbono en suelo no es estático, gran parte de él se escapa hacia las aguas subterráneas, ríos y lagos. Los modelos más clásicos hacen una estimación del intercambio vertical de carbono (tierra-atmósfera), pero no incluyen el intercambio lateral (tierra-aguas superficiales-océano), por lo que muchos de ellos pueden estimar que la cantidad de carbono secuestrada en un determinado bosque es X, pero si se mirase en detalle podría no corresponderse con la realidad, ya que parte de esa estimación se habría "escapado".

Y como esta limitación, existen muchas otras. Entiendo que se puede pensar que tales aclaraciones son sólo puntillitas de científicos que siempre buscan la perfección y no son relevantes en la vida real. Sin embargo, dichas "puntillitas" cobran importancia cuando instituciones, empresas, o quién sea se aferran a las cifras de carbono con avidez para buscar soluciones y/o vender y comprar carbono. Puede ser un defecto mío, que siempre pequé de cauta, pero no me gustan las cifras absolutas, no me gusta hablar de toneladas de carbono secuestradas aquí o allá. Yo prefiero centrarme en los cambios relativos, que, aunque reconozco que es necesario cuantificar, a mí me interesa más conocer cuál es la dirección correcta y aplicar cambios y medidas a pequeña escala, pero para ello sí que es necesario tener en cuenta todas las entradas y salidas del sistema, no vale con aproximaciones. El ciclo del carbono tiene letra pequeña, que hasta ahora poca gente se ha parado a leer.

La conclusión de todo esto es que, como ya escribí en este blog cuando estaba recién nacido y yo empezaba a sumergirme en el mundo de la restauración de ecosistemas, se debe pensar globalmente, pero no olvidemos actuar localmente.


lunes, 5 de septiembre de 2011

Andalucía

Su gran diversidad yace escondida tras su fama de sol y juergas. Andalucía no es sólo gracia y ocio, es mucho más, pero, como las más humildes personas, no se dejan conocer de primeras, se necesita tiempo e interés para poner al descubierto sus encantos. Andalucía es el lugar donde se unen mar y océano, el cálido Mediterráneo y el gran Atlántico, es un puente de culturas a mitad de camino entre África y Europa. Sin salir de sus límites se puede respirar desde el aire fresco de la alta montaña de Sierra Nevada hasta el abrasador calor del desierto de Almería. Andalucía es añil, como el cielo de Cádiz en una tarde de agosto, verde como sus sierras en primavera, ocre como Sierra Morena en verano, blanca como la nieve de Sierra Nevada y como los jazmines de sus jardines en verano. Andalucía es vieja y joven a la vez. Vieja por la larga historia que transpira por sus poros y joven por la alegría de su gente.

Andalucía es el sonido del agua corriendo en fuentes, el olor a azahar marcando el inicio de la primavera, la tierra de rico vocabulario salpicado por palabras de origen árabe. Son montañas a veces interrumpidas por valles y llanuras, largas playas a veces cortadas por acantilados. Casas blancas con botijos colgados de sus encinas.


domingo, 17 de julio de 2011

En la sencillez está la belleza

Se me había olvidado y ayer Woody Allen me lo recordó en Midnight in Paris. Me contó una historia de personajes complejos, de realidades que no son realidades y de verdades como la misma vida misma con una simpleza pasmosa. Y no por eso el resultado fue una película sencilla, al contrario.

Me metí en la sala del cine algo temerosa, pues últimamente no me siento muy cómoda con mi inglés y había leído en la sinopsis de la película algo como "el protagonista cae en una especie de hechizo que le transporta a otra realidad...", lo cual prometía ser bastante surrealista. Tenía miedo a los diálogos complejos que difícilmente podría entender y para los que los substitulos en Dutch no me servirían de mucha ayuda.

Sin embargo, cada conversación quedó cristalinamente clara, aunque el que hablara fuese Hemingway y el tema fuera el miedo a la muerte. Cada plano fijo transmitía la atmósfera parisina por sí solo, cada primer plano presentaba el alma del personaje en los primeros segundos. Paradójicamente, los personajes a los que más me costó entender fueron al convencional matrimonio americano y al cultivado (más bien pedante) profesor de universidad, que creía saberlo todo. El resto de los protagonistas del cuento de Woody Allen eran tan reales como los artistas de la "Generación perdida" del París de los años 20, pero a la vez tan atemporales que se volvían irreales. Son grandes y complejos, simples y entrañables y se muestran tal cual en escenas claras, lentas, estudiadas y hermosas.

Esta película tuvo otro efecto en mí: me ha reconciliado con París, ciudad de la que me enamoré, me decepcionó, me desenamoré, en la que volví a fijarme hace un par de meses y a la que ahora quiero volver. Vaya introducción de Midnight in Paris más acertada, vaya prólogo más bien conseguido: muestra un París real, actual, con y sin lluvia, con y sin turistas, con gente bohemia y sin gente bohemia, el París que todos podemos ver en un fin de semana de visita, pero que por alguna razón en la cámara dirigida por Woody Allen toma una dimensión encantadora. Tras ese breve preludio, uno ya está listo para comenzar a ver la película. Y tal vez para entender que no siempre todo tiempo pasado fue mejor, que nuestra era del cambio climático, de internet y de la globalización tal vez sea vista como la edad de oro en un futuro no tan lejano.

Se puede encontrar en el presente lo que tan ansiosamente intentamos buscar en el pasado perdido. Gracias Woody por este Carpe Diem tan bien narrado.

domingo, 24 de abril de 2011

Mi nuevo barrio

Salimos de casa dispuestos a explorar la barriada. La mente abierta, todos los sentidos puestos en los locales y personas que veremos habitualmente a partir de ahora. ¿Hacia dónde vamos?Probemos primero a la izquierda. Comenzamos a recorrer la calle hacia el norte y poco a poco se nos va olvidando que estamos en Bélgica. El cielo azul, el sol casi quemándonos y la gente hablando portugués. Llegamos a la plaza de los mercados y un edificio pintado en verde y rojo hace esquina y su letrero reza Café O Espigueiro...¡y ponen café Delta!Estamos en el barrio portugués. Parece que un avión nos haya transportado y las pizarras de los bares anuncian dorada a la sal y otras delicias en lugar de Frituur. Continuando la misma calle dirección sur y pasando nuestro portal llegamos a los alrededores de la estación central. Gente de todos lados se cruzan sin parar repartiéndose por toda la ciudad y se mezclan con los turistas con gafas de sol que tranquilamente beben cerveza belga en las agradables terrazas de la calle De Keyserlei. La oferta gastronómica ha cambiado ahora y los camareros sirven comida belga, italiana, mejicana, japonesa...toda la diversidad posible para agradar los diversos gustos de todos los turistas que por allí pasan a diario. El nivel de los restaurantes ha subido en esta zona, así como los precios, y se pueden observar coches de las más altas gamas posibles. No sólo hay restaurantes y bares, las tiendas más chic, algunas asequibles, otras prohibitivas se pueden encontrar aquí y unos grandes almacenes completan esta abarrotada calle en la que lo mismo pasan ejecutivos volviendo del trabajo en bicicleta que un grupo de turistas americanos deboran unas fritjes con ketchup o una elegante pareja busca muebles en una tienda de decoración a la que nosotros ni nos atrevemos a mirar los precios.  Pero si, una vez llegados a la estación central, miramos hacia el norte, encontramos un enorme pórtico que nos anuncia la entrada a China town, aunque más que China town podría llamarse China street, pues se trata sólo de una calle. Una calle llena de chinos trabajando en resturantes chinos. Lo que a priori podría parecer un reclamo turístico por lo llamativo del pórtico, no lo es tanto. Por esa calle no se ven tantos turistas, lo que más se encuentran son chinos comiendo en sus propios locales y comprando en sus tiendas especializadas en productos orientales. Se nos ocurre que si algún día nos apetece comer comida china no habrá lugar más auténtico que aquél. Al terminar la calle llegamos a la plaza De coninckplein. Un grupo de jóvenes negros juega al baloncesto y aquí la moda afro no es una moda, sino lo habitual. Estamos en la plaza africana. Las familias africanas se reunen aquí alrededor de la explanada, aprovechando el buen tiempo. A su vez, en uno de los laterales de la plaza un moderno edificio acristalado destaca y nos llama a entrar. Nos encontramos una sugerente cafetería que comunica directamente con una novísima biblioteca. Entrando y saliendo de ella se puede observar a gente de todo tipo: belgas mezclándose en la plaza con los africanos y los chinos que van de paso hacia "su ciudad". Al salir de la plaza solo tenemos que recorrer 100 metros más para llegar de nuevo a nuestro portal. Miramos el reloj, no hemos estado fuera ni media hora, pero hemos paseado por Portugal, por África, por la Bélgica más turística y comercial, y por China. Y en ese primer paseo no se nos ocurrió explorar la parte de atrás de nuestro edificio, donde ahora sabemos que está la plaza más estudiantil de Amberes dada su cercanía al campus del centro de la ciudad y el comienzo del centro histórico...pero eso ya es otra historia.

miércoles, 30 de marzo de 2011

Bélgica

Tengo recuerdos de aceras anchas, pocos coches y muchas bicicletas. Recuerdos de chicas guapas con pañuelos en el cuello bailando a contracorriente por el aire que corta la bicicleta. Recuerdos de chicos altos y tímidos, que a partir de las 9 de la noche eran de lo más sociables y simpáticos. Recuerdos de cervezas sabrosas y de bares con personalidad y de aire limpio y viajes en tren. No me puedo olvidar de los canales, presentes durante todo el dia, cuando iba a clase, cuando iba al supermercado, cuando salía, cuando me tomaba una cerveza al sol. También me acuerdo de los conciertos gratuitos, especialmente de los de jazz, ya que puedo decir que allí descubrí que ese estilo musical me gustaba más de lo que pensaba. Recuerdo las meriendas de chocolate, las caidas de la bicicleta sobre una gruesa capa de nieve. Desde hace más de 5 años, llevo un trocito de Gante y, por extensión a Bélgica, en mi mente, pero, dada la debilidad de mi memoria, más que detalles exactos recuerdo sentimientos, sensaciones que se quedan grabadas y que se llevan para siempre, aunque se olvide el nombre de tal comercio o de aquel bar. En mis retinas quedaron grabados ese color grisáceo de la ciudad, que se vestía de amarillo cuando llegaba la noche. En mis oídos siguen sonando de ver en cuando los tranvías al pasar y se entremezclan con música jazz y rock. Mi olfato aun rememora el olor del aceite usado para freir las friets, tan desagradable a primeras horas de la mañana, pero tan apetecible de madrugada...Y mi paladar guarda el sabor de los gofres de Bruselas, de las mil y una salsas probadas con las friet cada noche de fiesta y las cervezas belgas, culpables de que dejara de beber tinto con limón.

Ahora Amberes me da la oportunidad de volver a ponerle nombre a las sensaciones. Las patatas fritas las probaré en distintos locales, conocerá bares parecidos a los de Gante y volveré a coger el tren los fines de semana, dejándome empapar de esa cultura tan amigable, que tan buenos recuerdos me dejaron y a la que espero exprimir aun más, ahora que llego por segunda vez, 5 años más vieja, con (unas poquitas) de menos ganas de fiesta y más de moverme y de absorber detalles, experiencias y cultura.

Os iré dejando descubrimientos y anécdotas y sobre todo, para qué nos vamos a engañar, sensaciones, que por mucho que me esfuerce, yo escribo por impulsos de los sentidos, no de lo aprendido.
Hasta pronto, desde Amberes

lunes, 14 de marzo de 2011

Dependencia

Primero ha sido la subida del precio del petróleo debido a la crisis libia y el subsecuente nerviosismo que despertó en todos los países de Europa y más allá. Después han sido las explosiones en la central nuclear de Fukushima, consecuencia del devastador terremoto y tsunami que ha devastado Japón y que han despertado el debate nuclear en países como Suecia y Alemania.

Ambas son tragedias que están ocurriendo en países lejanos a los nuestros. Nosotros no hemos sentido los temblores del terremoto de Japón ni estamos luchando con los rebeldes para intentar echar a Gadafi del poder. Continuamos con nuestras propias rutinas, sin embargo, un fantasma ha empezado a rondar nuestras economías: la crisis energética. El gobierno se pone nervioso ante la subida del precio del barril del petróleo que inevitablemente afecta de forma directa ala economía. Y comienzan a poner medidas y a convencer a la gente de lo importante que es circular a 110 en lugar de a 120.

Y no es que no sea verdad que así se ahorra energía, pero lo que yo me pregunto es si alguien está sintiendo lo que yo al escuchar las noticias: vulnerabilidad. ¿Cómo podemos sentirnos seguros en un sistema tan global que hechos como una revolución civil en Libia o una catástrofe natural ponen nerviosos a gobiernos que ven peligrar su mercado energético?¿No resulta evidente que este modelo de desarrollo basado en el consumo energético tiene muchos puntos débiles?¿No somos demasiado dependientes?En el caso de España, más concretamente, se pone de manifiesto la enorme dependencia que tenemos del exterior en materia de energía. Pero yendo más allá, generalizando, todos somos dependientes del gas, del petróleo, de las centrales nucleares...Sé que esto forma parte del típico discurso ecologista, pero no se trata de eso, se trata de mi percepción personal ante la actualidad informativa. Llevo semanas escuchando noticias acerca del ahorro energético que ahora se ha convertido en urgente y necesario, escuchando hablar de reformas que se llevarán a cabo para reducir el consumo energético en ciudades y edificios. Estoy segura de que dentro de un par de meses aparecerá otra noticia que capte más la atención del público y ya no escucharemos hablar tan frecuentemenet de bombillas de bajo consumo o de mejora del transporte público. Sin ir más lejos, las medidas tomadas por el gobierno son temporales, como si dentro de unos meses la necesidad de ahorrar energía hubiese terminado. Si el precio del petróleo vuelve a estabilizarse, ya podemos volver a gastar, ¿así funciona?La realidad es que una reforma más radical es necesaria, un verdadero cambio de hábitos y paradigma, que busque la sostenibilidad y el autoabastecimiento. Porque este es sólo el principio de la crisis energética a la que se llegará si seguimos consumiendo a este ritmo frenético.

Yo pienso en las personas que están muriendo en Libia y que intentan resistir en su lucha contra el régimen de Gadafi. También pienso en las personas muertas en Japón y las evacuadas por riesgo nuclear. Que la crisis energética no desvíe la atención de los verdaderos problemas y que los intereses económicos dejen de empañar las toma de decisiones en situaciones como la de Libia.

lunes, 7 de marzo de 2011

Magia que va y viene

Tras un enero y febrero de completa sequía bloguera, he ido retrasando el momento de escribir de nuevo y, lo que es más importante, de decidir qué y cómo escribir. Cuánto más descuidaba el blog, más me parecía que me sería imposible continuarlo sin, al menos, una previa reforma. Pero hoy he decidido que no, que mi blog debe seguir siendo como hasta ahora: un descontrol absoluto, con entradas variadas y sin ninguna temática específica. Porque así lo pensé al comienzo hace ya más de dos años para dejar constancia de cualquier tema que me resultase inspirador sin restricciones de ningún tipo y, de la misma forma, “La magia de los árboles” debe reflejar aquellos momentos en los que por diversos aspectos la magia se va...Porque la vida es así, a veces hay mucho que compartir, a veces no tanto, o hay causas externas que te lo impiden...y eso es lo que transmite este caótico cajón de sastre del que no debéis esperar nada más que unas cuantas reflexiones sin orden ni concierto que sirven como terapia para esta loca cabecita que necesita poner los pensamientos en palabras escritas con el fin de ir desgranándolos poco a poco y relajarse.

Hoy he sentido la necesidad de escribir de nuevo, ¿de qué?, pues de todo un poco y nada en concreto. De repente se me han despertado los sentidos, porque os quería hablar de…

Una película que me ha encantado, que me ha asustado, emocionado (¡vaya final!) y me ha hecho confiar en que de vez en cuando seguirán saliendo buenas películas que no tengan porqué estar basadas en hechos reales, tan de moda hoy en día, y usen la originalidad e incluso el absurdo para ponerte la piel de gallina…o quizás mejor decir de cisne.

Igualmente, quería hablar de música, compartir con vosotros lo que consigue relajarme el nuevo álbum de Adele, 21, lo contenta que me pone escuchar a alguien cantar con una inmensa voz que a la vez está provista de sentimiento. Porque desde luego Adele no será la única en el planeta con tal torrente de voz, pero no todos son capaces de usarla así, con sentimiento, personalidad, carácter. En fin, que la recomiendo y que disfruto poniendo sus canciones una y otra vez en You Tube y observando como Adele está consiguiendo gustar a gente de todo tipo, porque reúne calidad y fama al mismo tiempo, rompiendo los estereotipos de artistas femeninas que triunfan tan arraigados en la cultura musical. Creo que su CD sí lo voy a comprar original. Lo merece.

También he sentido la necesidad estos días de escribir acerca de un país no muy conocido: Polonia. Un país que no es del este de Europa, pero tampoco del oeste, una tierra que por estar situada en el medio ha sufrido los abusos de unos y otros, que ha luchado por mantener su unidad y que ahora que comienza a levantar cabeza se presenta ante sus visitantes como un país abierto, habitado por personas increíblemente hospitalarias (creo que es este detalle el que más me ha sorprendido, lo amables que son los polacos con los extranjeros). Polonia debe su historia a su situación geográfica, ha ido absorbiendo a lo largo de los siglos costumbres, arquitectura y arte del este y del oeste al mismo tiempo, convirtiéndolo en un destino interesante y diferente.

Y, por último, en Polonia se encuentra una de las visitas más espeluznantes que puedan existir: el museo del campo de concentración de Auschwitz. Después de visitarlo, quedé perpleja tras haber atisbado tan sólo una mínima parte de lo que allí se les hizo a judíos y demás prisioneros. Visita que me dejó traumatizada, indignada y horrorizada a la vez, tras la cual estuve varios días dándole vueltas a una entrada de blog, pero que finalmente me pareció que es algo que no se puede poner en palabras, mejor dejar una simple recomendación “Id a visitarlo”, pero con una advertencia: se han hecho muchísimas películas sobre el holocausto y los campos de concentración y exterminio, pero en este caso, la tan sabida frase se cumple mejor que nunca, “la realidad supera con creces a la ficción”.


Tras este popurrí sin ton ni son, sin estructura ni aspiraciones, cuya única intención es relanzar mis ganas de escribir aquí, lo dejo por hoy, pero esperando no tardar otros tres meses en volver a la carga. Menos mal que siempre hay alguien presionándome para que escriba…



Ahora que lo pienso, menos mal que no he leído ningún libro que me haya impactado notablemente, porque es lo único que me ha faltado para marear del todo al personal.